Traspasando la realidad con un pincel... y mil sueños de papel.



13/4/11

Memorias del pez que no sabía querer

Después de tanto maltrato habían llegado a formar durezas. Le pedí al médico que las dejara donde estaban; si me hubiesen operado habrían vuelto a crecer entre dolores. Además, las cuchillas me asustan. Me ponen nerviosa las luces del pasillo sobre las paredes blancas. Quería sol y calor, que no fuera la playa, tan abarullada y pegajosa.

Cuando encontré el río me senté a a orilla, descalza, y dejé que el contraste entre el fresco del agua y la calidez de los rayos de sol me hiciera cosquillas en la espalda. Recuerdo que iba en tirantes, con el pantalón subido hasta la rodilla y el bolsito de tela verde que me regalaron un verano. Me tranquilizaba el fluir continuo, el sonido suave y transparente, y me quedé dormida a su lado.

Qué desesperación. ¡El agua había desgastado las durezas y apenas podía ponerme en pie para caminar! Caí al suelo de rodillas sin poder parar de llorar. Me había despistado, había dejado que el arrullo me atrapase. Tenía que haber pensado en ello, qué tonta. Y cómo dolía. Sabía que el frío calmaba el dolor, así que me metí al río. Y descubrí que nadando no sentía dolor alguno. El mismo ladrón que se llevó mi coraza ahora me ofrecía un paso seguro. Me alejé de allí... nadando...

Quizá en algún sitio estén pudríendose unas zapatillas de tela, a orillas de un río, sin unos pies que puedan volver a calzarlos. Mientras tanto, en mi cuello están apareciendo unas extrañas grietas. Dentro de unos meses podré respirar bajo el agua.

4 comentarios:

Yu-chan dijo...

Ahora me obsesiona el agua. No podría estar sin ella.

Carlos ^^ dijo...
Este comentario ha sido eliminado por un administrador del blog.
Yu-chan dijo...

Si hay algo que odio es que para una vez que cuento algo que no es una chorrada me contesten gilipolleces.

Piro dijo...

ke te paso ya?